“Creen que gano millones”

Soy ucraniana y vivo en Girona desde hace más de un año y medio. Mi primer trabajo fue en una empresa grande de cosméticos de mi país, y para ganar dinero tenía que estar en la calle vendiendo. Un día pensé: “Yo no soy tonta. ¿Por qué tengo que intentar vender  esto a la gente? Yo tengo cabeza para organizar un equipo de venta y poder ganar un porcentaje. Entonces con dieciocho años tuve la responsabilidad de seleccionar y organizar un equipo de seis personas para vender esos cosméticos. Les enseñaba a hacerlo bien, a no tener vergüenza de hablar con la gente, a representar algo importante (incluso a gente mayor que estaba en el equipo), y conseguí que mi ciudad fuera la primera en ventas. Vendimos tanto que superamos a los otros grupos.

Hace quince años que mi padre está en España, por eso estoy aquí. Durante veinte años él fue a distintos países para trabajar y enviar dinero a casa, y en España consiguió  nuestros papeles. Cuando tuvimos los papeles, yo no quería dejar mis estudios. Me quedé en Ucrania para terminarlos; era algo por lo que me había estado esforzando y preparado mucho. Pero aun así, mi padre me dijo que cuando terminara, me fuera de Ucrania porque ahí no hay futuro. Y es verdad. Él tenía razón.

Con veintidós años me fui a trabajar a Canadá. Al volver de nuevo a mi país, me contrató una empresa grande para trabajar como ayudante de abogado, que es de lo que estudié, y así pude tener un año de experiencia trabajando con un buen gestor. Me dediqué al sector de la política para poder ayudar y cuidar a mi país, pero me di cuenta de que los políticos se vendían por dinero. Descubrí que la política es un negocio y no me gusta mentir a la gente. Por eso decidí formar una organización con cinco gestores más para ayudar a gente que perdía sus hijos en la guerra, para ayudar a familias y hacer el bien. Era mucho trabajo y mucho estrés combinar las dos cosas…

Tengo la sensación de que perdí mucho tiempo en mi país. Aunque, pensándolo bien, cada trabajo te da una experiencia. Aquí en Girona trabajo de cocinera, y mi anterior experiencia me sirve para ayudar a elegir el personal del restaurante cuando es necesario. Yo me fijo en cómo hablan, cómo tratan a la gente, cómo se comportan… y decido. Sé ver si alguien es buena persona y si sirve para esto. Pero la verdad es que no disfruto con este trabajo. En la cocina siempre tengo que hacer comida, y en casa lo mismo. Me siento como castigada. Yo lo que quiero es ayudar a la gente, y recibir un “gracias” de corazón, de estos que salen de dentro. Con el trabajo que tenía antes, sabía que estaba haciendo algo bueno. 

Soy trabajadora, altruista y sociable. Si mi familia y mis amigos están bien, yo soy feliz. Me entristece, en cambio, sentir que he perdido muchas amigas de Ucrania. Ellas creen que aquí yo gano millones, que soy muy rica, que no hago nada y que me cae el dinero del cielo. No tienen ni idea de cómo hay que trabajar para conseguirlo. No tengo tiempo ni para explicarles lo que hago, entre estar en una cocina y en casas limpiando . Así que les digo que todo va bien. Ellas creen que yo estoy muy bien mientras ellas lo pasan mal.

Si pudiera cambiar algo, haría que la gente no se moviera por dinero sino por su corazón. Que piensen más en su alma y en sentirse bien. A mí me hace muy feliz Dani, mi compañero.

Hace mucho tiempo que no escucho música. Dejé de escucharla cuando trabajaba en la política. Cada día tenía una llamada informando de que había muerto una persona, y eso me hacía sentir mal. No podía escuchar música. Y ahora, aquí, siempre ocupada por el trabajo, no tengo tiempo. No puedo disfrutarla.

Siempre me han gustado los lugares tranquilos donde pueda pensar. La verdad es que en Girona me siento muy bien. Parece como si fuera mi país, como si hubiera nacido aquí. Aquí me siento libre. Me siento como en casa.

Veo mi futuro siendo otra vez abogada, como era en mi país. Me gustaría serlo aquí, en China o en Canadá, me da igual, pero me gustaría serlo otra vez. Yo soy extranjera, y hace un año no hablaba ni una palabra de español. “Hola, adiós y gracias”. Ahora lo hablo mucho mejor; no tengo tiempo de aprender con libros, pero sí con la gente. Así que yo sé que puedo estudiar aquí otra vez. Solamente falta tiempo y paciencia.

Para mí, lo más importante en la vida, por lo que yo aprendí, es la salud. Hubo un momento en mi vida que no tenía salud; no me podía levantar de la cama, sentía mucho dolor y estaba con un hombre que era muy malo conmigo porque estaba enferma. En ese momento me sentía sola y débil como un pájaro, sin que me apoyara nadie, sin poder trabajar y sin dinero. Pero tuve fuerza para levantarme y ahora estoy contenta porque gracias a esa experiencia tendré la fuerza de hacer todo lo que me proponga.

He encontrado incluso a mi compañero aquí en Girona, y eso nunca lo hubiera pensado. Gracias a él aprendí el idioma más rápido, ayudada por el inglés y el ruso que él también habla. Cada día me dice “yo creo que tú puedes, vas a lograrlo”. Me da mucha fuerza con su amor. Nos hemos encontrado.

He pasado cosas buenas y cosas malas, y he aprendido que hay que tener iniciativa. En mi país, la gente dice “hay que medir 7 veces algo antes de cortar”, para asegurarse de que haces un buen corte. No podemos ser niños. La vida es como un teatro y cada persona tiene su papel; uno mismo tiene que saber cuál es el suyo. Esto es lo que puedo decirte desde mi corta experiencia, tengo 26 años.

Marta Rodriguez

fotografia: alumnes Màster Fotografia ERAM